Pocas cosas son más curvas y suaves que la belleza de una persona joven, pícara y con la gracia de virtudes nobles, cuando culmina su baño, y demuestra el aroma de Dios en el esplendor de un abdomen naturalmente magnifico. La piel limpia, enaltecida en sí misma. Los ojos puros de inocencia y los cabellos sueltos, señalando la sonrisa de unas piernas exquisitas.
¿Alguien se atrevería a pedir más?