La “pérdida” de un ser querido, entre las más dolorosas, y desde ahí para abajo, todo tipo de frustración, angustia, dolor, miedo o desequilibrio emocional, provienen siempre desde la evocación.
El recuerdo, seguido de culpa o insatisfacción, es un mecanismo mental de estancamiento, que involucra también a todo el cuerpo. Lógicamente somos una sola y misma cosa. El estancamiento se produce por la incapacidad de superar ese trauma o problema, aunque el mismo ya haya ocurrido y no tengamos posibilidades de hacer nada al respecto. Lo que si podemos hacer, es comprender que naturalmente nada se pierde, todo se transforma, y eso es lo que el sabio hace con el dolor. Lo trasmuta a crecimiento. Lo usa para fortalecerse. No necesitamos que nos ocurran mil veces las mismas cosas. Tampoco que nos suceda lo más terrible para enterarnos del valor de tomar consciencia. Cada segundo, cada detalle, son una infinita posibilidad. El cambio es ahora. Todos sufrimos, sólo que algunos a partir del dolor toman impulso y se expanden, mientras que otros simplemente se aferran a él, por miedo al cambio, a lo desconocido. Prefieren quedarse atados a los preconceptos que le hacen daño, que liberarse de esa ilusión. ¿Será porque nos enseñan a no ser tan diferentes?
Lo que sea que haya adentro tuyo, vale más que cualquier opinión social. Tu autenticidad es la fuente de liberación, capaz de potenciar los esfuerzos que realices. Para encontrarla, no hace falta tiempo. Tan solo es necesario despojarse del miedo que te somete, que no te deja ser.