La libertad interior

Cuando hablo conmigo mismo, me gusta plantearme todo tipo de cuestiones, aunque es un poco angustiante saber que de nada sirve intentar engañarme inventándome excusas. Es muy difícil, porque de ratos, a pesar de las acaloradas contradicciones a las que me expongo, cuando tomo algo por seguro dándome la razón, al poco tiempo, ampliando los límites de las conclusiones que yo mismo establezco, me la quito, para poder seguir conversando sin atarme a prejuicios propios. Pero justamente, pretendiendo no hacer de esto algo autoritario, cada tanto y en forma discontinua, me doy la razón sin reproches. A veces voy más lejos, esporádicamente, y para no seguir cayendo en determinaciones sistemáticas, suelo quedarme en un silencio total, sin diálogos internos. Y la historia recién comienza, porque para que esto tampoco termine siendo una imposición definida, frecuentemente, inicio conversaciones de cualquier índole, con el primero que se me cruza.