Nos miró directo a los
ojos y nos dijo:
Fede: Estoy harto de que
los locos me quieran hacer pasar por loco a mí, de que los pelotudos te quieran
hacer cargo de su idiotez, y de que cualquier impulsivo te haga pasar un mal
momento en público, para después pedirte disculpas en privado.
Yo: A ver, contame un
poco más.
Fede: Ayer le dije a una de
las chicas de la oficina de al lado, que me dio la hora, que tenía un lindo
reloj, vaya a saber porqué razón tomó a mal el comentario y me empezó a tratar
como si yo fuera un desubicado que me la quería levantar o no sé qué, por decir
eso, cuando la verdad es que no tengo ni el más mínimo interés de tocarla ni con
un palo, no me gusta para nada. Después una compañera del laburo que no tiene
vida propia, ni tareas especificas, se la pasa incentivando a los superiores
para que nos pidan estupideces que nos hacen perder el tiempo (porque son al
pedo) y distraernos de lo importante, por lo que terminamos asumiendo como
propios huevadas que a ella (sin pensar o por inexperiencia) se le ocurren que
tal vez podrían ser buenas o ayudarnos (total
siempre tira con sonrisita la frase de que con intentar no perdemos nada) y
vamos de ridiculez en gansada, variando cada dos por tres, conforme se van
pinchando por su inconsistencia.
Y finalmente, mi jefe se
saca la bronca de su jefe conmigo, tratándome mal frente a otros, para después redimirse
en privado, y así, saciar su culpa y su ego de ser una persona reflexiva que reconoce
sus errores o exabruptos, cuando en realidad ya te hizo quedar como el culo,
pasar un mal momento, y encima, al final, él se va lo más tranquilo.
Yo: Te entiendo
perfectamente, está lleno de ese tipo de personas por todos lados, es más, a mí
me pasa eso casi todos los días, te diría que hasta en mi propia casa.
Javier: ¡¡A mí hasta en
la facultad!!
Javier y yo: ¡¡¡Al final,
Fede, a vos por lo menos te pagan por aguantar forros!!!
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