Demasiado condicionamiento encubre al niño interior

Recuerdo cuando creía que la estupidez me acercaría a las personas. En esos días, lo que hacía era tratar humildemente de no juzgarlos, ni combatirlos o enfrentarlos, sino mas bien simplemente sumarme a su juego, agregándole mis soberbios principios o matices. Algo así como cerrar los ojos, para no ver la oscuridad, y no sentir miedo.

Conozco personas a los que no les falta la comida, sin embargo, no hacen otra cosa más que pensar en ella. También quienes a pesar de reconocer las desventajas que los vicios les provocan, no pueden dejarlos. Los que más me sorprenden, son aquellos inseguros, que buscan en el tener, al ser. Se develan en sacrificios y tremendos esfuerzos para alcanzar lo que no tienen, para ser, lo que no son. Se llenan de excusas, que habitualmente las desprenden del altruismo, o de la culpa y si no de la relatividad. En definitiva nunca están conformes, y si lo están, es solo algo momentáneo y pasajero. Como la vida que también lo es. Pero no lo aceptan, por lo mucho que temen a la muerte. Así se siguen aferrando, a lo que no les pertenece, y consideran que perpetuar esta acción, es lógicamente, lo único que puede brindarles estabilidad.

Hay que comprender, que existen otros barrios. Y que hemos salido (nacido) de un lugar, al cual inevitablemente vamos a volver a entrar. Por lo tanto, lo que ocurra en el camino, no es más que nuestro propio recorrido. De este modo, ¿a quién podremos culpar? ¿Con que necesidad altruista debiéramos actuar? Actuar, corresponde a un rol, a personificar un papel. El papel es la mente y sus estructuras. Si nos olvidamos de las palabras que nos escriben el guion, entonces no habrá manera de escapar a nuestra función. Mientras tanto, pretextos de por medio, seremos violentos y perturbados gladiadores del fraccionismo, inquisidores de la voluntad, negadores del sublime goce creador y metrallas de la imposición.

Es una miserable actitud, la que no admite al sol, alegando al resplandor, la ceguera de su propia condición, que es ni más ni menos, que la de un mero eslabón, incapaz de alcanzar una profunda y certera expansión, que se vivifique en desinteresados actos de amor.

Quien pueda experimentar con acciones, alguno de estos renglones, por favor, lo invito, no por reacción, sino de corazón, a que juntos colaboremos a concientizar, que lo que digo, no es inútil ilustración. Incentivar, motivar, proponer, disponer, y muchos otros verbos más, solo son asequibles, desde el ejemplo, con el silencio que ahora te entrego, para que puedas en una flor, ver el polen, y cual abeja ir a otro barrio, a limpiar el moco, del niño que paso tanto frio en su oscura noche, pues él, te está esperando paciente y sin reproches, para agradecértelo.