FOTO EN EL FACE (Por las dudas, hablo de mi mismo)

Pequeño adolecente con problemas. Ayer lo traicionaron, le cambiaron las letras a su poema. Ahora, sólo el whisky lo entona. Dice ser amigo incondicional, pero sólo lo es, de los que están, cuando toma.

Qué pena que el “inhibido” este convencido, de que ingiere (la sustancia que sea) para aguantarse a los demás, o para poder disfrutar en determinada circunstancia, acción, o lugar. Pues consume para bancarse su dolor. Para poder soportar su propio existir. Para que no sea tan difícil el convivir, o que le resulte más “agradable”, sus carencias, con otros compartir.

Pero dice:

- Me tomo unos vasitos… y listo. (Me diluyo cualquier pelotudo)

¿Listo qué? Acaso ¿los slogans sobre lo que “no vemos” (o no queremos ver), nos hacen inocentes? Parece mentira cuánto nos engañamos, por pretender engañar… Cuánto abusamos del cuerpo, como si fuera un objeto de consumo. Lo adornamos con ropa de calidad, lo trabajamos en el gym, y lo negamos UNO. Así separamos lo superficial de lo profundo, y relativizamos lo real, en virtuales poses, mostrando “lindo”, “aceptable”, “querible”, lo material, aludiéndolo inconscientemente tal vez, como espejo de lo espiritual, cuando en verdad, es sólo producto de la miserable parte del parecer, del simular, del que quiere equilibrar, la balanza del SER, con Tener, mostrar, seducir y, si se trata de fugacidad, prontamente reemplazar.

Nota: Todo bien con el whisky, las redes sociales, o cualquier “estimulante”, el tema es ser consciente del porqué de su consumo, y no un falaz altruista, que lo hace por “gusto”, “diversión”, ”adicción”, “socialmente”, y cree que nadie se da cuenta, de las gigantescas limitaciones que lo motivan, pero que no puede aceptar.