Vamo a Baila…

“Discúlpame un segundo, voy al baño y vuelvo.”(Y nunca más volvió…)

Adentro de un terrible boliche, donde la gente va a hacer poses, bailar y con suerte emborracharse, mi problema no es cómo encarar. Mi problema, nunca fue no animarme a encarar o no saber qué decir o tener miedo a ser rechazado. Puedo lidiar con esas instancias sin que las mismas disminuyan mis deseos.

Entonces, quizá la inquietud, esté en no querer perder la ilusión, digamos, la frugal mentira de la duda, que en realidad, es más una certeza solapada, que goza de probabilidades remotas debajo del temor a ser descubierta.

Pero esa ilusión tampoco representa una dificultad paralizante, debido a que no es una amenaza, al contrario, es siempre una esperanza.

Lo que si puede considerarse una daga directa al autoestima, es el triste desengaño en la diferencia sostenida. Es decir, una imposibilidad de comunicación, una incompatibilidad tal de caracteres que reduzca un primer encuentro con otra persona, a frases absurdas e hipócritas, cargadas de insuficiencia expresiva, miradas sentenciosas y prejuicios extremos con riesgo de chaparrones y piedras.

Una mierda, digamos…

Darme cuenta por oposición que yo puedo resultarle a otro tan imbécil como ese otro a mí, me ayuda a replantear:

¿Qué nos pasa a los argentinos y argentinas?

¿Estamos todos locos?

Gracias a Dios, que también es argentino, hay en el trago, un refugio, cuyo ingreso se produce por la cueva de un hielo evasor, que nos dirige hacia el fondo de la billetera y el vaso, donde encontraremos la siempre muy elegante salida de emergencia, por la que cualquier caballero, queda excluido de juicios en su contra.

Salir por la puerta grande, en estos casos, tiene la luz del perdón, en la lástima de los testigos. Los escoltas más grandotes, y la triunfal frase: Señor, retírese por favor. (Mientras te doblan el brazo y un policía amenaza con meterte preso si no te rescatás.)

“Como se me van las manos, cuando te acercas a mí, como dos cazadores te quieren perseguir. Se me van… se me van las manos. Se me van las manos mi reina, se me van…” Sandro