Las campanas tronaban por culpa de la responsabilidad. El impulso, ya comenzaba a ceder ante el devenir inminente. Era la hora de las consecuencias.
Carlos, sincerado consigo mismo, lo confesó.
Primero fue a los brazos de su amada. Cuando se lo dijo, ella, negándole el adiós, le pidió el divorcio.
Después, se dirigió a contárselo a sus mejores amigos. Se quedaron atónitos y sin respuestas.
Luego, en la casa paterna, lo desheredaron, le negaron el apellido y le gritaron que no querían volver a verlo. Mientras se marchaba completamente deshonrado, su abuela, se acercó en silencio para abrazarlo. Prontamente, el perro, se les unió.
Ahora, el único que lo visita en la penitenciaria, es su hijo.
1 Algo para decir??:
hay muy pocos amores "incondicionales" el resto esta sujeto a tantas condiciones... que no se si debiera llamarse amor.
Muy bueno
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